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Las insólitas aventuras del pez

Diccionario Pop

Píldora, La

Píldora, La

El 9 de mayo de 1960, el Gobierno de Washington aprueba, dándole el certificado, un compuesto farmacéutico denominado Enovid, el primer anticonceptivo oral femenino. El 18 de Agosto del mismo año se inicia su comercialización. ¡Fiat Lux!

Pantalla Crece, La

Pantalla Crece, La

O los intentos de Hollywood de derrotar a la pequeña y ratonesca pantalla hogareña. Técnicas de nombres tan espectaculares y grandiosos como el tamaño de lo que denominaban: Cinemascope, Panavisión, 70 mm., 3-D. Los Científicos Ópticos luchando contra los Científicos Electrónicos. Duelo de Titanes. Gigantismo versus Miniaturización. La Batalla estaba perdida de antemano.


Las temáticas de las películas que utilizaban estas técnicas crecieron a escala épica, para ocupar totalmente los elefantiasicos soportes. El Soporte es el Mensaje, un retruécano a la máxima mcluhiana. La Paradoja: estas películas las pasan ahora por la Pantalla/David triunfante y nos hartamos de ver narices que hablan y voces que surgen de la nada. La Venganza: ver estas películas en la tele es como jugar un partido de rugby en el salón de una vivienda de protección oficial.


El Profeta del Gran Soporte: David Lean, sin duda. Con él no importaba el biotopo (el Desierto, la Jungla, la Estepa), siempre era grandioso y épico.


Pantalla Crece, La

Pantalla Crece, La

O los intentos de Hollywood de derrotar a la pequeña y ratonesca pantalla hogareña. Técnicas de nombres tan espectaculares y grandiosos como el tamaño de lo que denominaban: Cinemascope, Panavisión, 70 mm., 3-D. Los Científicos Ópticos luchando contra los Científicos Electrónicos. Duelo de Titanes. Gigantismo versus Miniaturización. La Batalla estaba perdida de antemano.


Las temáticas de las películas que utilizaban estas técnicas crecieron a escala épica, para ocupar totalmente los elefantiasicos soportes. El Soporte es el Mensaje, un retruécano a la máxima mcluhiana. La Paradoja: estas películas las pasan ahora por la Pantalla/David triunfante y nos hartamos de ver narices que hablan y voces que surgen de la nada. La Venganza: ver estas películas en la tele es como jugar un partido de rugby en el salón de una vivienda de protección oficial.


El Profeta del Gran Soporte: David Lean, sin duda. Con él no importaba el biotopo (el Desierto, la Jungla, la Estepa), siempre era grandioso y épico.


Onomatopeyas Cantables

Onomatopeyas Cantables
Lo que en la Década de los 60 se denominaba música ligera rebosaba de monosílabos absurdos repetidos cadenciosamente. Prolongaban, de alguna manera, la tradición del duduá cincuentero.

La Era Pop comenzó con el yeah yeah yeah liverpooliano. Y por el camino, el sabadabadá sabadabadá de Un hombre y una mujer (1966, Claude Lelouch); los uúses femeninos o mixtos de Mancini; los espasmos tex-mex de Domingo Samudio y sus Pharaohs, los zu-zu-zu, pow!, boing y ra-ra-ra de Esquivel, el knock knock knockin' dylaniano, alguna aportación spectoriana, etc. Hasta la racial y diferente España puso su pica en Flandes/Pérfida Albión con el lalalá algueroniano.

La Década fue prolija en la manufactura de mensajes, eslóganes y utopías, pero, quién sabe, quizás toda la Filosofía se pueda condensar en esas crípticas e inquietantes onomatopeyas.

Morricone, Ennio

Morricone, Ennio
Antes de que su carrera se dignificase con Bertolucci, superproducciones históricas de la R.A.I. y películas con coartadas político-culturales, y antes de que un oboe se cruzase en su camino y le convirtiera en un compositor serio, comercial y muy cotizado en el Mercado Californiano, Morricone produjo las músicas más hiperbólicas y divertidas de la Década Pop. Consiguió aunar en sus bandas sonoras para los espaghetti-westerns de Leone el dramatismo épico y tenso de Max Steiner y el luminoso hedonismo musical de los 60'.

Pop de pradera polvorienta y colt ansioso a veinticuatro imágenes por segundo. Un estilo barroco, dramático y convincente, aunque las sonoridades obtenidas eran extrañas, insólitas, sobre todo para un western, género muy conservador en lo musical. Morricone mediterraneizó a Wagner a golpes de guitarrazo, armónica y silbidos. Su música era más elocuente que los herméticos personajes de don Sergio.

Inolvidables La Resa dei Conti de Por un puñado de dólares (el órgano del tema aún hace vibrar las cristalerías de lo salones) y Per Qualche Dollaro in Più de La muerte tenía un precio.

Música alucinógena para paisajes almerienses achicharrados por el sol. El Oeste menos convencional imaginable. Gracias, don Ennio. Zum, Zum, Zum.

Misión Imposible

Misión Imposible
O como concentrar todo el dramatismo, la tensión y el suspense de La Odisea en cápsulas televisivas de menos de una hora de duración. Las misiones que encargaban a Jim Phelps (Peter Graves) tenían algo de trabajo de Hércules, con el tiempo apremiando y apretando desde el inicio (este mensaje se autodestruirá en cinco segundos).

La Fuerza Misión Imposible era un equipo versátil y multifacético, capaz de llevar a cabo con éxito el plan más complejo y alambicado del Jefe (el citado Phelps). Personalidades y habilidades variadas y complementarias: Rollin Hand, el camaleón que se metamorfoseaba y mutaba en mil y una personalidades gracias a sus disfraces (Martin Landau), el gancho sexual y el don de lenguas de Cinnamon Carter (Barbara Bain), la siempre necesaria fuerza bruta no muy cualificada de Willie Armitage (Peter Lupus), siempre dispuesto a descargar alguna caja enorme, y la tecnología desmontable, miniaturizada y portátil proporcionada por el precursor del bricolaje electrónico (con el permiso de Q, claro) y el hackerismo, Barney Collier (Greg Morris). Éstos eran los Jasón y los Argonautas anticomunistas, siempre en busca del vellocino más-difícil-todavía.

El vértigo hecho estilo. Ni un plano de más, ni un segundo vacío o de transición. Todavía recuerdo con una placentera sensación de angustia como corría el sudor por el rostro de ébano de Greg Morris al desplegar (en menos de lo que usted tardaría en pronunciar hi-fi) el artilugio (predigital) más complejo, con el segundero a punto de llegar a cero. El ritmo frenético, desgajado en acciones paralelas y sincronizadas con la precisión de un reloj atómico.

Como la mayoría de las misiones se desarrollaban en zonas plagadas de dictadores comunistas, o más allá del Telón de Acero, los creadores de la serie inventaron un lenguaje denominado Gellerese, que se leía como el inglés, pero parecía alemán, húngaro, checo o serbocroata en carteles o señales. Algunas perlas: Arivôl Flyt, Dänjer, Fumen Prohib, No Intreten, Zöna Restrik.

Y qué decir del tema musical, inolvidable, mil veces imitado e inimitable (acaso se le acerque el Peter Gunn de Henry Mancini), tan punzante, apremiante y sofisticado como las misiones, compuesto por el gran (y argentino) Lalo Schifrin.

Un Hito Dorado de la televisión sesentera. Sincronicemos nuestros relojes.

minifalda, La

minifalda, La
Según la teoría de Royster, anunciada en un medio tan grave y circunspecto como el Wall Street Journal, "la línea de la falda y la visibilidad de los pechos son directamente proporcionales a la prosperidad económica". No es extraño, pues, que en 1964 una joven diseñadora inglesa, Mary Quant, lanzara la minifalda, rompiendo los Viejos Cánones y Tabúes.

Eran tiempos de fuerte expansión económica. Liberemos nuestras piernas, pechos y abdómenes, gritaron las jóvenes sesenteras y mostremos al mundo, orgullosas, nuestros argumentos. De qué material están hechos los sueños.

La Dictadora de la Moda y el Estilo del Siglo Veinte, Coco Chanel, despreció la transgresora innovación, puesto que, según ella, la rodilla era una fea bisagra que no debía ser mostrada.

Las chicas ya no querían vestirse como sus madres. Exigían (y podían pagar) una ropa exclusiva, para ellas mismas. La minifalda contribuyó sobremanera al surgimiento de una Moda Juvenil. Un estilo libre de ataduras, anticonvencional. Llevar la falda corta era una seña de identidad, un grito (desafiante) de rebeldía frente al Mundo Adulto.

En contra de lo que entonces se creyó (y aún hoy se sigue creyendo), la minifalda no era una argucia machista para degradar a la mujer, para potenciar el monocultivo de la mujer como objeto/fetiche sexual. A mi juicio, llevar minifalda era un gesto orgulloso de la Nueva Mujer. Mirad, cretinos, nosotras controlamos el juego, imponemos las reglas. Nos las ponemos porque nos gusta. No necesitamos escondernos. Cuando os tranquilicéis y dejéis de babear os permitiremos que os acerquéis a nosotras.

Los precedentes de tan telúrica invención se remontan a los livianos y escuetos vestiditos que las patricias ciudadanas de Roma lucían en los peplums del Hollywood cincuentero. En la Meca, siempre se ha tendido a la sublimación, por lo que en Roma, al menos en las películas, siempre era verano y lucía el sol. Espléndida excusa para que las actrices lucieran sus rotundos muslos de all-american-girls. Otra temprana pionera fue Anne Francis, que en El Planeta Prohibido (1956, Fred M. Wilcox) lucía modelitos cortos bastante insinuantes.

Cuando Miss Quant abrió Bazar, en King's Road, no sabía que también destapaba la caja de los truenos. El caduco Mundo Adulto (tranquilo abuelo, que te va a estallar la próstata) quedaba lejos. Y fueron las mujeres las que tiraron primero del carro de la contestación y la rebeldía juveniles. El terremoto fue tan intenso que hasta el racial y autóctono filósofo almeriense, Manolo Escobar, contraatacó, un poco atemorizado, con una recomendación que era, más bien, una súplica, en su coyuntural opúsculo, No me gusta que en los toros te pongas la minifarda.

Liberación Sexual

Como español y, además, un niño en la época, me declaro un profundo desconocedor de la materia. Sólo podría citar desvaídos y fragmentarios aspectos teóricos (la quema de sostenes californianos, las latosas consignas del Hippismo, el Mito Sueco como motor generador del landismo, las repercusiones de dicha liberación en los dráculas tardíos de la Hammer...).

Para los interesados en tan decisivo asunto aconsejo profundizar en las bibliografías de Masters y Johnson, Erica Jong, Simone de Beauvoir, la doctora Elena Francis y demás luminarias. Y, por supuesto, el protorock orgónico de Wilhelm Reich.

Jones, Tom

Jones, Tom
El Tigre de Gales. El Semental de Titanio. El Minero de la Garganta Dorada (como Antonio Molina). Llegó al sofisticado y alegre Swinging London con sus patillas obreras y laboristas, el paquete prieto, la mandíbula de acero desactivada por una resplandeciente sonrisa y todos los redaños hambrientos de un pequeño valle minero del sur de Gales. Y arrasó, naturalmente.

Una presencia tan poderosa y rotunda como la voz. Con It's Not Unusual llegó al Número 1 en Marzo de 1965. Otro Héroe-de-la-Clase-Trabajadora. Traía consigo un material muy caliente. Todavía le recuerdo, con su americana, tan entallada como italianizante, cantando en Tower Bridge. Él no era un refinado jovencito de Arts School. Él era la arrogancia y el descaro Clase Baja. Desplegaba como nadie su Halo Macho. Las obrerillas y dependientas mod se desmayaban al oírle cantar Green, Green Grass of Home (1966), I'm Coming Home (1967), (It's Looks Like) I'll Never Fall in Love Again (1967), o Delilah (1968).

Jones encantaba. Estremecía con sus baladas sacudidas por el romanticismo viril del Amante Soñado. Nada de sutilezas. De nuevo el Viejo Truco: un Hombre-Hombre, sin fisuras, sin ambigüedades, manejando el Material Caliente con desgarradora ternura. También las jovencitas americanas, años antes, se sofocaron y sucumbieron ante el Diablo de Memphis. Jones no era un gentleman, ni falta que hacía. Olía a todos sus flujos corporales.

Su voz no sucumbía ante los torrenciales y estrepitosos arreglos orquestales, que derrochaban violines, coros y vientos en Help Yourself (1968) o Love Me Tonight (1969). Ni ante la pujanza barroca de Bacharach en What's New, Pussycat? (1965). Como su ídolo americano, el galés se fue a menear la pelvis a Las Vegas. Los cantantes de origen humilde tienen ansias de dinero rápido, de lujo-¡ya! , y suelen acabar chorreando lentejuelas y lamé dorado.

Jones ha tenido algunas apariciones súbitas y espectaculares hasta hoy en día, para demostrar que sigue conservando el magnetismo animal y tosco-macarra. Una de las últimas (y la mejor), su impagable cameo en Mars Attacks! (1997, Tim Burton), incluido ese final delirantemente surrealista y kitsch.

Tom Jones, una demostración inapelable de que entre la bruma, en las Islas de la Gélida Corrección, pueden surgir voces negroides y minerales capaces de encender las bajas pasiones, de convocar fantasías de Sexo Contundente y Satisfactorio de Sábado Noche sudoroso y cervecesco.

Horror, El

Horror, El
El horror físico y moral (como balbuceaba Brando/Kurtz en Apocalypse Now) se materializó en la omnipresente y pizpireta Julie Andrews, actriz inmisericorde, que nos atormentó con su ternurismo procaz y chorreante en Mary Poppins (1964) y Sonrisas y lágrimas (1965, Robert Wise). La Andrews nos martirizó con sus personajes asexuados, llenos de babas ternuristas, cancerígenas, sensibleras y altas en azúcares y colesterol.

Como institutriz de los retoños Trapp, se perdió una oportunidad histórica en el musical contemporáneo de dar un giro copernicano, entroncarlo con la tragedia griega e introducir elementos de sadismo y terror, que es lo que se merecían esos niños repugnantes. Andrews fracasó estrepitosamente en Star! (1968, Robert Wise), al dar vida, desangeladamente, al mito del teatro y del music-hall, la inglesa Gertrude Lawrence. Era artística y biológicamente imposible que semejante muñeca recortable, pacata y plana, pudiese encarnar a una mujer compleja, vitalista, turbulenta y nada remilgada como Gertie.

Piensen ustedes que el Horror pudo multiplicarse exponencialmente, ya que Andrews fue la Liza Doolittle de My Fair Lady en el teatro. Afortunadamente, reinó la cordura y su candidatura fue desechada para protagonizar el film de George Cukor (1964). La encantadora, sensible e inteligente Audrie Hepburn llenó de vida - aunque tuvieran que prestarle la voz en las canciones - a un personaje que la otra hubiera masacrado.

Andrews, en su madurez, ha mejorado un tanto (ahí están sus dignos trabajos en S.O.B. [1981, Blake Edwards] y Víctor o Victoria [1982, Blake Edwards], aunque todavía no puedo evitar que el vello de la nuca se me erice al oírle cantar This is the sound of music. En aquellos días, felizmente, había otros modelos, además de la monjil Andrews, y los niños de entonces sobrevivimos a su onda expansiva (y radiactiva).

Hepburn, Audrey

Hepburn, Audrey
Todo el Encanto y la Gracia de una modelo botticelliana en los escasos cuarenta kilos de esta holandesa inteligente y espontánea. La naturalidad era su principal herramienta. Y la fácil desenvoltura de esas personas de las que emana la elegancia desde dentro. Sin maquillaje, a veces con ese flequillo de muchacho revoltoso, es el ejemplo de canon de la Década de los 60's: la Androginia inocentemente perversa. Los ojos grandes y expresivos de una mascota juguetona.

A finales de los 50's dio el primer aviso, al interpretar a una moderna muchacha americana que viaja a Europa, concretamente a París, a beber directamente de las fuentes del enfaticalismo (Una cara con ángel, 1957, Stanley Donen). Y en 1961 nos enamora a todos con su Holy Golightly, un espíritu libre, tierno, vulnerable, un animalillo salvaje y falto de cariño. Una profesional aparentemente frívola y alocada, pero con la serena lucidez de los supervivientes. La sofisticada jovencita que busca paz y sosiego frente al escaparate de Tiffany's ("aquí nada malo puede pasar"). La disipada que duerme con antifaz. La Dama Digna que se pinta los labios para encajar con entereza y clase una mala noticia.

En Charada (1963, Stanley Donen), juega al romance y al thriller de suspense hitchcockiano y consigue ganar a todos. Seduce a todo un Cary Grant y evita la carcajada frente a una atinada colección de malos, hilarantes y paródicos (Walter Matthau, James Coburn, George Kennedy). En París, por supuesto.

En 1964 estira los registros de su flexible talento para el drama y la comedia al otorgar idéntica credibilidad y fuerza expresiva a una sucia e ignorante florista cockney y a un modelo de muchacha casadera de la mejor familia victoriana de Belgrave Square, con el carácter y determinación suficientes para exigir respeto y reconocimiento a su insensible preceptor (My Fair Lady, George Cukor).

Al año siguiente vuelve a París y encarna a una muchacha enredona y liante, en una burbuja intrascendente y menor, Cómo robar un millón y... (William Wyler). También tiene tiempo para embrujar al terso galán de la Era Pop, Peter O'Toole.

Y en 1966 enciende las alarmas en la imprescindible Dos en la carretera (Stanley Donen). La diversión de los 60's comienza a agotarse. La Musa se ha hecho adulta, se plantea peros y porqués. Reflexiona en voz alta, se analiza. La dulzura de la despreocupación ya no enmascara totalmente el amargor de la resaca. Ha llegado la hora de asumir con madurez las primeras arrugas (en la cara) y los primeros achaques (en el alma).

Audrie sigue con fidelidad y presteza los vaivenes de la época. Por eso, siempre la recordaremos, con su vestuario de Hubert de Givenchy, sus ray-ban y esos sombreros extremos e insólitos que sólo ella podía llevar. Audrie Hepburn, el Ángel de los 60's. Un ángel con sexo, eso sí.

Fonda, Jane

Fonda, Jane
Antes de convertirse en la Estricta Gobernanta del Aerobic, la Sacerdotisa del Método o la Campeona del Lifting Progresista Californiano fue una granada sexual de tamaño medio en la década de los 60's.

Era casi simpática. La jovencita moderna y recién casada en Descalzos en el parque (1967, Gene Saks), jacarandosa pero correcta. La inocente de pechos temblorosos en Cat Ballou (1965, Eliot Silverstein. Un western irreverente y paródico, con un inolvidable Lee Marvin, más borracho que su caballo y Nat King Cole cantando con su banjo), intrépida y un poco estridente. Y, por supuesto, la Playmate de la Era Espacial, la Amazona del Siglo Cuarenta, Barbarella (1967), dirigida por el que entonces era su esposo, Roger Vadim (el encantador de serpientes), un digno intento europeo de trasladar al cine el espíritu del Cómic Sexy de la época.

Aunque siempre ha sido fría y premeditada, trascendentalizante y comprometida, en estos títulos Jane aligeró la gravedad de la Saga Fonda.

Doblaje Neutro, El

Doblaje Neutro, El
Extraño y casi paranormal fenómeno por el que los personajes de las series y de los dibujos animados televisivos (y los de las películas de Disney) de origen norteamericano hablaban en una extraña lengua, casi desconocida y no del todo distinta del castellano.

En oscuros, siniestros y lóbregos estudios de doblaje de Florida, México o Puerto Rico actrices y actores hispanoamericanos, con voces engoladas y cómicamente empastadas, vertían a una especie de panespañol los diálogos de los productos de entretenimiento de sello estadounidense. Esta lingua franca hispana se oía (y debía ser entendida) igual en Chihuahua, Bogotá, Buenos Aires, Águilas, Cali o Monforte de Lemos.

Una generación de niños españoles tuvo que habituarse al seseo y a una terminología desopilante y, en el fondo, enriquecedora. Aunque, ocasionalmente, una desafortunada combinación hacía que los mensajes fuesen crípticos ("hubo una balasera de charros en el saguán"). Las puertas se atoraban. Las pistolas se escondían en las cajuelas de los autos. Los malos amenazan con dar golpisas. Los (gigantescos) automóviles eran carros. En las trifulcas, los lentes se quebraban. Las viviendas-cubículo en un edificio eran departamentos o apartamientos. La burguesía moderna anglosajona no comía sandwiches o bocadillos, engullía emparedados. Por las Leyes de la Combinatoria, también se atoraban las cajuelas de los carros.

Exclamaciones para todo momento y ocasión (¡Caracoles!, ¡Chispas!). Frases inolvidables, grabadas a fuego en nuestra memoria (¡Qué bueno que vinieron!). Hallazgos casi surrealistas (El viejo truco del pasto electrificado). Los serillos (marca ACME, por supuesto). Alguien propenso al exceso verbal, o al exabrupto era un bocón. Y etc, etc, etc.

En los últimos años, cuando han repuesto algunas viejas series, esos doblajes frescos, divertidos, originales y ocurrentes han sido sustituidos, desgraciadamente, por las planas y aburridas voces españolas de siempre. Una pérdida triste e irrecuperable. España mira ahora a Maastricht, no a América.

¡Qué no vieron que ya acabó!

Chica de Terry, La

Cabalgaba a horcajadas, sin montura, libérrima las Playas del Bajo Franquismo a lomos de un caballo blanco. Estas amazonas (modelos extranjeras, o con aspecto inequívocamente foráneo) fueron uno de los mitos sexuales de la década. La versión hispana de la leyenda de Lady Godiva. Todos sabíamos que bajo sus livianas túnicas no llevaban ropa interior, puesto que si no el mensaje no sería congruente. ¿Una mujer sin bridas, una intrépida y lasciva walkiria con faja y sostén? Decididamente, no.

Los spots eran polisémicos. Amén de la alusión sexual/sensual de melena al viento, convivía la cabalgada en espacios abiertos, infinitos, solitarios (sólo el mar y el cielo) y libres, cuando los españoles padecían la dictadura del General y los agostos de benidorms atestados. La Chica no escapaba. Cabalgaba soberana, independiente y libre en busca de su destino. Pura subversión, que el Régimen no supo detectar.

Blaxploitation

Blaxploitation
A principios de los 70's, las clases urbanas negras demandaban un cine hecho por y para ellos. Así, surge este fenómeno cultural, en el que no sólo el cine era el vehículo, ya que las exuberantes bandas sonoras de estos films, realizadas por renombrados músicos afroamericanos eran realmente importantes y significativas. Cintas de acción, con una fuerte pulsión y carga sexual, fueron consumidas con avidez por su público-objetivo.

Como todo movimiento popular, tuvo sus iconos: Richard Roundtree, Pam Grier, Tamara Dobson, Jim Kelly... Títulos que saltaron del ghetto y llegaron a audiencias blancas y calvinistas: Shaft, Cleopatra Jones, Superfly, Foxy Brown...

Quentin Tarantino, en su irregular Jackie Brown, esbozó un homenaje a este género, con Pam Grier como protagonista, y con el impresionante Across 110th Street de Bobby Womack en su banda sonora.

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Allen, Woody

Allen, Woody
La referencia no es gratuita. El señor Allen debutó en el cine en dos vehículos típicos de la época, puro espíritu chispeante de la Década de los 60's: What's new, Pussycat? (1965, Clive Donner) y Casino Royale (1967, numerosos directores). En la primera, no sólo tenía un pequeño papel, sino que también firmaba el guión. En la segunda, interpretaba a un sobrino de James Bond y, a la vez, Jefe Supremo y Cabeza Pensante de SMERSH, la Pérfida Organización Mundial del Crimen y el Mal (una versión bufa de la Spectra bondiana). Ambas cintas son un catálogo acelerado, un compendio ultraconcentrado de la Ética y la Estética de la Década.

Las bandas sonoras de las dos películas fueron compuestas por uno de los grandes, Burt Bacharach. El tema central de la primera cantado por Tom Jones, el de la segunda interpretada por Herb Alpert y su Tijuana Brass. ¿Hay algo más sesentero?

En What's... interpretaba al enclenque típico, enamorado y no correspondido. Peter O'Toole, en la cima de su atractivo prealcohólico, era perseguido y acosado por decenas de mujeres de todas las edades y calibres (Ursula Andress, Capucine, Paula Prentiss...), mientras que él, ¡pobre!, intentaba conservar a su novia, una deliciosa Romy Schneider. Casino Royale era una aparatosa superproducción que intentaba parodiar, sin mucho éxito, la Serie Bond (una parodia de una parodia).

En 1968, Allen dirige su primera película, Coge el dinero y corre, que no es otra cosa que otra parodia de varios productos de la época: los thrillers tersos y trepidantes tipo The Killers de Don Siegel, las series de fugitivos y delincuentes de la TV y los docudramas progresistas que investigaban la génesis de la Personalidad Criminal.

Como vemos, nuestro querido Woody, antes de la inmersión bergmiana y el sedentarismo manhattiano bailó, aunque fuese poco, los ritmos alegres e intrascendentes de la Década.

Arquitectura Capilar

Arquitectura Capilar
Porque de arquitectura - y de la correcta planificación de las formas para ocupar un espacio - se ha de hablar cuando recordamos aquellas masas de cabello hipercardado, aquellos volúmenes imposibles en las testas de las mujeres de la época. Peinado de esposa de astronauta se llamaba.Quizás fue Jackie Kennedy la que lo difundió y popularizó, aunque ella era más sobria y comedida en el volumen. El caso es que los cascos capilares triunfaron plenamente y se generalizaron.

Había el modelo cápsula-cúpula como el mostrado por Pamela Tiffin en Un, dos, tres (1961, Billy Wilder). Las diversas variedades de casco propiamente dicho, macizas y alambicadas, de la Reina Indiscutible, Doris Day. Los grupos de chicas no se quedaban atrás, con las Shangri-Las y las Ronettes como principales exponentes. Éstas últimas, junto a las estrellas femeninas de la Motown, reivindicaban el derecho afroamericano al pelucón frondoso. Liz Taylor dejó también algunas pinceladas gloriosas (extendiéndose hasta nuestros tiempos).

A este lado del Atlántico, Dusty Springfield, melódica cantante británica, reinterpretó con talento y arrojo el canon americano. En España, nuestras representantes en Eurovisión (Salomé, la siempre inquieta Massiel) recogieron, modestamente, la moda. Aunque la más destacada de nuestras compatriotas en este epígrafe fue la entrañable Adela Cantalapiedra, que no se conformó con reproducir miméticamente el esquema, sino que fue más allá, y con un atrevimiento loable forzó y probó los límites de la Ley de la Gravedad (y de la laca).

Las chicas de los B-52's, a finales de los 70 y principios de los 80, nos trajeron un guiño, entre nostálgico e irónico, de aquella lujuria capilar. Hasta un señor tan neoyorquino y circunspecto como Woody Allen no pasó por alto el fenómeno, y en un flash-back de Annie Hall (1977) nos mostraba a una adolescente Diane Keaton mascando chicle junto a su novio con una correcta y abultada cúpula.

¿Qué es Diccionario Pop?

¿Qué es Diccionario Pop?
El Diccionario de la Cultura Pop es una serie de artículos inconexos sobre diversos aspectos de la cultura popular, desde el She Loves You Yeah Yeah Yeah, hasta nuestros días.

Chicas y Dinosaurios

Chicas y Dinosaurios
Una combinación fascinante y letal. En Hace un millón de años (1966, Michael Carreras) y Cuando los dinosaurios dominaban la Tierra (1969, Val Guest) la productora británica Hammer dio en el clavo rotundamente.

¿Qué es eso del rigor científico-histórico? ¡Al diablo con la Paleontología! Los adolescentes querían diversión, no rollos del Cretácico. Conjugar nuevamente el Mito de la Bella y la Bestia. Las Bellas de estas dos cintas (Raquel Welch y Victoria Vetri, respectivamente) eran dos modelos exuberantes, neumáticas, poderosas y rubias, dos chicas de póster central del Playboy, perfectamente maquilladas, como si fueran a dar una vuelta turística por los alrededores, y con los argumentos casi siempre a punto de desbordarse de la parte superior de sus bikinis de diseño sesentero, pero confeccionados en genuina piel prehistórica. Las Bestias, toda una colección de eficaces monstruos de goma antediluvianos, tan grandes como estúpidos y divertidos (cortesía del gran Ray Harryhausen). Triceratops, pterodáctilos, tiranosaurios, ¡hasta cangrejos!

Si estos dos ingredientes fundamentales los aderezamos con escenas playeras, rituales vesánicos con hipnóticos tambores, unos chicos-de-la-película debiluchos y muy por debajo de sus compañeras femeninas, unas cuantas carreras y sustos, un protolenguaje onomatopéyico tronchante, alguna catástrofe natural de magnitud nueve y una puesta en escena decididamente cutre y astrosa obtenemos un resultado final sabroso y picante. Spielberg con decenas de millones de dólares más, con toda la parafernalia digital, con escrupuloso rigor genético consigue un producto de entretenimiento insípido y muy inferior. Y - signo de los tiempos - sus protagonistas son un anciano venerable y algo atorrante, científicos responsable y circunspectos y la única chica va muy tapada y es algo escuálida (la por otra parte apetecible Laura Dern. No olvidemos Corazón Salvaje (1990, David Lynch).

¡Si hasta hay un obeso informático y dos niños repelentes! Definitivamente, no. Ya no hay sexo para todos los públicos. Créanme. Lo que funciona es sexo + dinosaurios.

Akita, nikro.