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Las insólitas aventuras del pez

Horror, El

Horror, El
El horror físico y moral (como balbuceaba Brando/Kurtz en Apocalypse Now) se materializó en la omnipresente y pizpireta Julie Andrews, actriz inmisericorde, que nos atormentó con su ternurismo procaz y chorreante en Mary Poppins (1964) y Sonrisas y lágrimas (1965, Robert Wise). La Andrews nos martirizó con sus personajes asexuados, llenos de babas ternuristas, cancerígenas, sensibleras y altas en azúcares y colesterol.

Como institutriz de los retoños Trapp, se perdió una oportunidad histórica en el musical contemporáneo de dar un giro copernicano, entroncarlo con la tragedia griega e introducir elementos de sadismo y terror, que es lo que se merecían esos niños repugnantes. Andrews fracasó estrepitosamente en Star! (1968, Robert Wise), al dar vida, desangeladamente, al mito del teatro y del music-hall, la inglesa Gertrude Lawrence. Era artística y biológicamente imposible que semejante muñeca recortable, pacata y plana, pudiese encarnar a una mujer compleja, vitalista, turbulenta y nada remilgada como Gertie.

Piensen ustedes que el Horror pudo multiplicarse exponencialmente, ya que Andrews fue la Liza Doolittle de My Fair Lady en el teatro. Afortunadamente, reinó la cordura y su candidatura fue desechada para protagonizar el film de George Cukor (1964). La encantadora, sensible e inteligente Audrie Hepburn llenó de vida - aunque tuvieran que prestarle la voz en las canciones - a un personaje que la otra hubiera masacrado.

Andrews, en su madurez, ha mejorado un tanto (ahí están sus dignos trabajos en S.O.B. [1981, Blake Edwards] y Víctor o Victoria [1982, Blake Edwards], aunque todavía no puedo evitar que el vello de la nuca se me erice al oírle cantar This is the sound of music. En aquellos días, felizmente, había otros modelos, además de la monjil Andrews, y los niños de entonces sobrevivimos a su onda expansiva (y radiactiva).

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