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Las insólitas aventuras del pez

Diccionario Pop

Caine, Michael

Caine, Michael
Otra Estrella de la cantera lumpen-proletaria. O como la distancia, la cínica y aristocratizante distancia y el refinado desdén son innatos en algunas personas. Ni su acento cockney, ni sus dificultosos comienzos en compañías teatrales de tercera, ni su background humilde impidieron su irresistible estallido como el Nuevo Galán Sexy en Alfie (1966, Lewis Gilbert). Un trepa ambicioso y seductor, que salta de cama en cama con gélida desgana. Un tipo superfrío. El Dúo Infalible (Bacharach y David) compuso la canción de apertura, loando irónicamente las excelencias de este joven y experto buscavidas, un exitoso merodeador de las permisivas y sin defensas Costas del Swinging London.

En 1965, Caine había protagonizado la primera cinta de la Trilogía Harry Palmer. En The Ipcress File (Sidney J. Furie, con música del bondiano John Barry) encarnaba a una especie de Bond en clave menor, otro agente secreto del Imperio para luchar contra el comunismo en plena Guerra Fría, una alternativa aún más irónica y cool del MI-5.

Harry Palmer no era un atleta sexual. Era un individuo silencioso, cerebral y concienzudo. Y un gourmet y - a diferencia de Jimmy, que jamás se mancharía las manos en una cocina - un avezado cocinero, que compraba sus materias primas en los supermercados con la dedicación y la escrupulosa minuciosidad del entomólogo.

La Serie siguió con Funeral en Berlín (1967, Guy Hamilton), una confusísima trama, en la que le espectador no sabía quién seguía a quién y por qué. La Trilogía terminó con Billion Dollars Brain (1967, Ken Russell), con un enigmático comienzo en los Azules Mares de Hielo de Escandinavia.

En las tres películas, Caine ofreció una acertadísima y sardónica visión del Super Agente Secreto. Siempre superfrío, dando en todo momento la impresión de que la cosa no va con él. Un agente certero y eficaz, alérgico a los alardes. El gesto impasible, inexpresivo tras esas gafas de montura negra rectangular (que puso de moda y patentó, con el permiso de Peter Sellers). Y esos jerseys de cuello vuelto perfectos. La Trilogía de Harry Palmer fue una opción sólida, austera y descreída, casi intelectual y calvinista (sin héroes, todos son algo villanos y algo tramposos) al Mito Hedonista Bond. Y Caine, con esa mirada lúcida, sabia, atenta, y analítica, fue determinante. Él demostró, con otros modales y tácticas, que en la Década había sitio para otro Superagente Británico.

Cuando el Decenio llegaba a su fin, Caine tuvo que hacer Un trabajo en Italia (1969, Peter Collinson), junto al veterano Noel Coward y el debutante Benny Hill. Caine comanda a un grupo de ladrones de alto nivel que realizan el Audaz y Espectacular Robo Perfecto (otro de los tópicos de la Década). La persecución automovilística final, protagonizada por minis, por todos los rincones imaginables (y algunos inimaginables) de Turín sentó cátedra. Italia e Inglaterra unidas de nuevo. La acción al borde del abismo. No quiero hacer sangre y mencionar el infumable bodrio que supuso su remake (The Italian Job, 2003, F. Gary Gray) y el cebollino (Mark Wahlberg) que encabeza el reparto.

Michael Caine nos ofreció muestras de su gran talento en la Década. Posteriormente, ha probado una y otra vez su versatilidad y amplísima panoplia de registros y matices en la Alta Comedia, la Aventura Arrebatada y Viril, el slapstick, el vodevil de puertas, tetas y camas, el thriller psicológico, la comedia dramática adulta, el duelo de ingenios sádicos y vengativos, la guerra de supervivientes... Controlando la situación, siempre por encima de los acontecimientos. El Gentleman Miope y Cool. El Rubio Caballero del Imperio del Azul Autocontrol.