Arquitectura Capilar
Porque de arquitectura - y de la correcta planificación de las formas para ocupar un espacio - se ha de hablar cuando recordamos aquellas masas de cabello hipercardado, aquellos volúmenes imposibles en las testas de las mujeres de la época. Peinado de esposa de astronauta se llamaba.Quizás fue Jackie Kennedy la que lo difundió y popularizó, aunque ella era más sobria y comedida en el volumen. El caso es que los cascos capilares triunfaron plenamente y se generalizaron.
Había el modelo cápsula-cúpula como el mostrado por Pamela Tiffin en Un, dos, tres (1961, Billy Wilder). Las diversas variedades de casco propiamente dicho, macizas y alambicadas, de la Reina Indiscutible, Doris Day. Los grupos de chicas no se quedaban atrás, con las Shangri-Las y las Ronettes como principales exponentes. Éstas últimas, junto a las estrellas femeninas de la Motown, reivindicaban el derecho afroamericano al pelucón frondoso. Liz Taylor dejó también algunas pinceladas gloriosas (extendiéndose hasta nuestros tiempos).
A este lado del Atlántico, Dusty Springfield, melódica cantante británica, reinterpretó con talento y arrojo el canon americano. En España, nuestras representantes en Eurovisión (Salomé, la siempre inquieta Massiel) recogieron, modestamente, la moda. Aunque la más destacada de nuestras compatriotas en este epígrafe fue la entrañable Adela Cantalapiedra, que no se conformó con reproducir miméticamente el esquema, sino que fue más allá, y con un atrevimiento loable forzó y probó los límites de la Ley de la Gravedad (y de la laca).
Las chicas de los B-52's, a finales de los 70 y principios de los 80, nos trajeron un guiño, entre nostálgico e irónico, de aquella lujuria capilar. Hasta un señor tan neoyorquino y circunspecto como Woody Allen no pasó por alto el fenómeno, y en un flash-back de Annie Hall (1977) nos mostraba a una adolescente Diane Keaton mascando chicle junto a su novio con una correcta y abultada cúpula.
Había el modelo cápsula-cúpula como el mostrado por Pamela Tiffin en Un, dos, tres (1961, Billy Wilder). Las diversas variedades de casco propiamente dicho, macizas y alambicadas, de la Reina Indiscutible, Doris Day. Los grupos de chicas no se quedaban atrás, con las Shangri-Las y las Ronettes como principales exponentes. Éstas últimas, junto a las estrellas femeninas de la Motown, reivindicaban el derecho afroamericano al pelucón frondoso. Liz Taylor dejó también algunas pinceladas gloriosas (extendiéndose hasta nuestros tiempos).
A este lado del Atlántico, Dusty Springfield, melódica cantante británica, reinterpretó con talento y arrojo el canon americano. En España, nuestras representantes en Eurovisión (Salomé, la siempre inquieta Massiel) recogieron, modestamente, la moda. Aunque la más destacada de nuestras compatriotas en este epígrafe fue la entrañable Adela Cantalapiedra, que no se conformó con reproducir miméticamente el esquema, sino que fue más allá, y con un atrevimiento loable forzó y probó los límites de la Ley de la Gravedad (y de la laca).
Las chicas de los B-52's, a finales de los 70 y principios de los 80, nos trajeron un guiño, entre nostálgico e irónico, de aquella lujuria capilar. Hasta un señor tan neoyorquino y circunspecto como Woody Allen no pasó por alto el fenómeno, y en un flash-back de Annie Hall (1977) nos mostraba a una adolescente Diane Keaton mascando chicle junto a su novio con una correcta y abultada cúpula.
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